lunes, 31 de marzo de 2014

Talleres artísticos y culturales del Laboratorio de La Piedra

En abril comenzarán de nuevo las actividades del Laboratorio de La Piedra con tres nuevos talleres:

Dos serán en Cuernavaca (Historia de los vikingos y Cuento corto) y uno más en la ciudad de México (Producción artesanal de libros).

Más abajo encontrarán información sobre cada uno de los talleres. Para más información e inscripciones, pueden escribir a info@colectivolapiedra.com.


 
Taller de cuento corto

El taller de cuento corto está dirigido a todas aquéllas personas que estén empezando a escribir cuentos, pero también para las que ya tengan experiencia tanto en la redacción como en la publicación de sus obras literarias. El objetivo es aprender a utilizar los elementos de los cuentos (narrador, personajes, tiempo, espacio, etc.) y las diversas técnicas para escribirlos (estructura, tipos de inicios y de finales, etc.).
Imparte: Ana Martínez Casas
Inicio: 19 de abril
Horario: sábados de 10:00 a 13:00
Sede: Cuernavaca, Morelos




Historia de los vikingos

En este curso conocerás más sobre estos intrépidos guerreros, navegantes y comerciantes nórdicos de la temprana Edad Media. Estudiaremos sus técnicas de navegación, tipos de barcos, así como sus métodos de ataque y diferentes armas que utilizaban. También podrás conocer todos los lugares que descubrieron y colonizaron estos increíbles navegantes y guerreros.

Imparte: Daniel Salinas Córdova
Fechas: 5 y 12 de abril
Horario: sábados de 17:00 a 19:30
Sede: Cuernavaca, Morelos



Producción artesanal de libros

Taller teórico-práctico dirigido a personas interesadas en la auto- publicación y producción artesanal de libros. En el taller, el participante aprenderá a identificar y definir las partes de una publicación así como a producirlo, teniendo como resultado al final del taller un ejemplar impreso de su libro.

Imparte: Diego Guadarrama Garza
Fechas: 1 de mayo al 5 de junio
Horario: sábados de 17:00 a 20:00
Sede: Ciudad de México



lunes, 24 de marzo de 2014

La homosexualidad en el vampirismo

Esta semana publico un fragmento de un ensayo que escribí hace tiempo, pero que me interesa retomar porque mucho se ha dicho de la relación entre el vampiro y el erotismo, pero me parece que poco se ha explorado cómo la homosexualidad se relaciona con la figura del vampiro.

Aquí un breve recuento histórico y literario de esta relación.


La homosexualidad en el vampirismo

“El erotismo y el vampirismo son temas correlativos desde los orígenes del mito” (Mares 51). Esto se puede observar en culturas mesopotámicas, caldeas, fenicias, cananeas y finalmente judías, en las que el vampirismo se relacionó a la mujer y, por tanto, se ligó a la sexualidad:

“En culturas primarias, los rituales de la sangre se asocian de manera natural a la menstruación femenina, creándose el mito de que la mujer tiende a succionar la sangre ajena para reponer la que ha perdido” (Mares 14-5). 

 Ilustraciones de Santiago Caruso para La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik


Es por esta sospecha que la mujer se convierte simbólicamente en una criatura nocturna: incluso su ciclo coincide con el ciclo lunar. A partir de esta creencia, surge la figura de los súcubos, los demonios sexuales femeninos. De acuerdo a Roberto Mares, el surgimiento del vampiro masculino, por otra parte, se da durante el siguiente proceso:

El vampiro occidental, en su origen, es básicamente femenino; pero al pasar por el mundo islámico se masculiniza, lo que llega a causar una suerte de confusión en el desarrollo del mito en Europa. Sin embargo, esta situación no solamente se resuelve, sino que enriquece la narrativa medieval por medio del tradicional mecanismo mental de la hipóstasis, es decir, el sexo de los vampiros se convierte en algo ambiguo; puede adquirir alternativamente el carácter masculino y el femenino, e incluso simular ambos sexos y ser andrógino, lo que da lugar al desarrollo de la figura complementaria del súcubo . . . que es el íncubo, o demonio masculino (35).

Podemos observar, entonces, que desde la fase inicial del mito del vampiro existía una indeterminación en cuanto a su sexo; más allá de buscar responder a una identidad sexual definida, fue una criatura transgresora, irreprimible, que gustaba gozar de tanto hombres como mujeres para obtener placer sexual y sangre.

A partir de la Edad Media fue cuando surgieron creencias fundadas en la religión cristiana sobre el supuesto de que las personas, después de morir, podían regresar a la vida como vampiros de aspecto repudiable y naturaleza maligna por diferentes razones, entre ellas por haber tenido una muerte violenta, morir antes de ser bautizado, ser enterrado en tierra que no fuese santa y, sobre todo, por haber sido lujurioso durante su vida. De esta manera, se decía que regresaba a la vida para seguir teniendo relaciones sexuales con su esposa o con cualquier otra mujer –virgen o no.



Ilustración de Santiago Caruso


A pesar de que el mito del vampiro ha estado presente en el folclor de todas las civilizaciones durante miles de años, se introdujo a la literatura hace apenas un poco más de 200 años con el poema “La novia de Corinto” (1797) de Johann Wolfgang Goethe, el cual muestra que desde los inicios de la literatura de vampiros existe una clara asociación entre el vampiro y el erotismo. Sin embargo, es a través de esta transición del relato oral al escrito que se da una primera transformación en el mito del vampiro:

“Los vampiros folclóricos habían sido aldeanos, labradores, pero en el siglo XVIII los autores se sentían reacios a convertir a estos seres en los personajes principales de sus historias, con lo que el vampiro ascendió en la escala social y se situó en las clases altas” (Sánchez-Verdejo 58). 


Además del notable elitismo con el que procedieron dichos autores, otra razón por la cual el vampiro pasó de ser un campesino monstruoso, deforme y repulsivo a un aristócrata atrayente y magnético sexualmente es que, a pesar de la connotación negativa que todavía conservaba la figura del vampiro, era un personaje con el que los hombres de posición acomodada sentían una empatía tanto por su clase social como por su voluptuoso desempeño para seducir mujeres –cosa que sustraía la tensión sexual de los lectores si el vampiro protagónico era un hombre de campo sucio y carente de sensualidad–. Algunos ejemplos de esta primera literatura de vampiros son las obras “El vampiro” de John Polidori, Varney el vampiro o la fiesta de sangre de Thomas Preskett Prest, entre otros.


Ilustración de Santiago Caruso 


Sin embargo, es a partir del siglo XIX cuando se da una nueva vuelta de tuerca al mito del vampiro en la literatura y se reinventa como un ser sexual pleno, cuya lujuria y deseo de sangre lo llevan a traspasar las barreras victorianas que encorsetaban la sexualidad: la transgresión se lleva a cabo al volver homoéroticas las relaciones entre humanos y vampiros. La primera obra en mostrar esta nueva vertiente fue la novela Carmilla de Sheridan Le Fanu, publicada en 1871, en la que la vampiresa Carmilla Karnstein seduce a la inocente Laura de 19 años de edad.

El vampiro mezcla elementos del horror y de la sexualidad. En muchas sociedades, las restricciones sobre la conducta sexual era común, y el vampiro se convirtió en el símbolo de la liberación de estas y otras energías emocionales poderosas. Durante los siglos de dominación cristiana, la conducta homosexual siempre había sido suprimida, a veces de forma extremadamente violenta. Por tanto, podía esperarse esas actitudes liberalizadoras en la elevada sexualidad asociada con el vampirismo; ciertos elementos homosexuales podrían estar presentes, como es el caso de “Carmilla” (Sánchez-Verdejo 56).

Finalmente, el vampiro siempre se ha considerado como una alegoría de transgresión, ya que así como se opone a la religión cristiana como representante de todo lo malo y todo lo pecaminoso,

“el vampiro es una figura sexual muy poderosa. Liberado de los tabúes sociales, destruye los roles de género imperantes en su momento y se revela por medio de variantes sexuales” (Sánchez-Verdejo 223), como la homosexualidad.


A partir del Romanticismo, el mito del vampiro no ha sufrido notables cambios. En lugar de ambientarse en una atmósfera gótica, estar cargado de una connotación maligna –y maldita– y pertenecer a la aristocracia o, por lo menos, a las clases sociales altas, el vampiro permanece siendo un ser nocturno, transgresor y hambriento de sangre y semen. Se puede establecer una relación notable entre el mito del vampiro en la literatura y el discurso homoerótico, puesto que el vampiro es el símbolo por antonomasia de la transgresión sexual: en un desplazamiento psicológico del semen por la sangre, las culturas de todo el mundo han disfrazado sus impulsos sexuales (heterosexuales, pero, sobre todo homosexuales) en la figura del vampiro.


lunes, 17 de marzo de 2014

Piel y rabia (segunda parte)

Esta semana publico el segundo fragmento de mi ensayo literario Piel y rabia, dedicado por completo al poema "Preciosa y el aire". Pueden leer la primera parte aquí.

Además, aprovecho para invitarlos a leer en este enlace la reseña "Ocho flores inmundas lamidas por el diablo" que el escritor Miguel Lupián, director de la revista Penumbria. Revista fantástica para leer en el ocaso, escribió sobre mi plaquette de cuentos Flores inmundas.

Los invito también a que conozcan el proyecto de la revista, que se dedica a recopilar toda la narrativa de género (terror, ciencia ficción, fantasía) que se produce actualmente en México y América Latina. Es una muy buena propuesta que debemos apoyar para fomentar la escritura y publicación de esta literatura, tan relegada en nuestra tradición literaria. Por eso, acérquense, lean y manden sus cuentos para publicar. Pueden leer la convocatoria completa aquí.


Piel y rabia: El cuerpo erotizado en el Romancero gitano de Federico García Lorca


“Preciosa y el aire” es un romance que evoca un bosque griego, cargado de racimos de uvas y olivos, en el que ni las mujeres ni las ninfas están a salvo de la lujuria de las criaturas de la naturaleza. Preciosa es una gitana que camina de noche por un anfibio sendero / de cristales y laureles mientras canta y baila con su pandereta, trozo de luna. La joven es tan hermosa que incluso despierta el deseo del viento, quien intentará seducirla con hermosas palabras: Niña, deja que levante / tu vestido para verte. / Abre en mis dedos antiguos / la rosa azul de tu vientre. Pero el viento es rechazado, tras lo cual se lanzará en persecución de la gitana como una bestia desbocada, con una erección carnosa, agresiva y roja.

La relación del aire con el erotismo y la fecundidad es un tópico que ha permanecido en distintas culturas desde hace ya varios siglos. Haciendo un breve recuento de la tradición tanto mitológica como literaria, podría decir que el origen de este mito se remonta hasta las culturas antiguas, como la hebrea, la egipcia y la hindú, que le concedían al viento la función de dador de vida: con su soplo, creaba el mundo. En su aliento, llevaba la semilla creadora, por lo que las mujeres y las yeguas debían guardarse de su lascivia, de la ira que provocaba su deseo, pues de lo contrario se montaría en sus grupas y quedarían preñadas. Bóreas, el viento del mito pelasgo de la creación, también llamado el Devorador, fue seducido por Eurínome, la Diosa de Todas las Cosas, que lo convirtió en serpiente y copuló con él, así como la Salambó de Flaubert se entregó a una gigantesca pitón negra y Zeus hizo suya a Sémele en forma de sierpe, como narra Roberto Calasso en Las bodas de Cadmo y Harmonía:

La serpiente se deslizó por el cuerpo tembloroso de Sémele y lamió su cuello con dulzura. Luego, estrechándole el tórax en uno de sus anillos y rodeándole los senos con un cinturón escamoso, la llenó de un líquido almibarado, no ya de veneno. La serpiente apretaba la boca contra la boca de Sémele y una baba de néctar penetraba por sus labios y la intoxicaba, mientras sobre el lecho se encaramaban hojas de vid y en la oscuridad se oía un ritmo de tamboriles.

Del Huevo Universal que puso Eurínome tras su cópula con el Devorador, nacieron Todas Las Cosas.


Lilith de John Collier



Aunque en las civilizaciones clásicas ya no se atribuía al viento la causa de los embarazos, seguía considerándose un símbolo erótico, representado en Céfiro, mensajero de la primavera, de soplo dulce y embriagador, que esparcía la lluvia y las flores, pero enardecía la sangre. Más adelante, en los Siglos de Oro español, Góngora, Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina y otros poetas barrocos convierten el viento erótico en tópico: Góngora lo llama “céfiro lascivo” y Quevedo, “rufián adúltero”. Finalmente, en el siglo XX, Lorca personifica al “viento-hombrón” y le brinda atributos que ninguna otra cultura le había dado antes: le concede voz, lo dota de órganos sexuales y lo relaciona con otra figura mitológica clásica: el sátiro.

Sátiro de estrellas bajas / con sus lenguas relucientes. Hombre de cuernos y pezuñas de macho cabrío, el sátiro por antonomasia es Pan, dios griego de los bosques, los pastores y los rebaños. Fuerza destructiva y terrible de la naturaleza, le da cuerpo al terror y una palabra al miedo: pánico. En la Antigüedad clásica se creía que su grito en los bosques o páramos solitarios podía llevar a quien lo escuchase al paroxismo del terror; introducía en el corazón humano la piedra pesada y gris de la locura. Era también Pan la fuerza sexual desenfrenada, un dios lascivo, famoso por perseguir ninfas para violarlas, o por espiar y someter a jóvenes muchachos que se bañaban en los ríos, o por aparearse con cabras cuando no conseguía otro amante, o por realizar amorosas prácticas masturbatorias sobre una roca cuando su persecución se veía frustrada.


Pan copulando con una cabra


Lorca asemeja las correrías de este dios con la caza que da el viento a Preciosa. En estos versos, además, encuentro la primera imagen poética del falo del viento en el poema: las lenguas relucientes, asociadas con lo caliente, pueden referirse a la lengua del viento, que persigue a la gitana con la lengua de fuera, como una bestia, pero también a su segunda lengua: un falo brillante que lame como lamen las lenguas de fuego.

En El viento-hombrón la persigue / con una espada caliente, el viento es un hombre, pero uno viril, macho, imponente, pues es un “hombrón” y, como tal, su deseo y virilidad están por encima de cualquier cosa que quiera o desee la mujer; por otro lado, la imagen poética del falo del viento es exquisita: el falo es una espada, objeto punzante, cortante, que abre y raja con su filo y su punta: un sexo violento, que fuerza, un sexo que es un arma para herir cuando penetra: un sexo que viola, pero que además está caliente: metal hirviente, al rojo vivo, que daña no sólo por su violencia, sino por su lujuria.

La voluntad del hombre y su violencia se imponen a la mujer, que es amenazada por un falo que corta, pero que también es sometida y domesticada como un animal: el viento que persigue a Preciosa desea poseerla a gatas, como a sus amantes caprinas, con la espalda arqueada –para que deje escapar como un saxofón un gemido largo y grave–, así como el gitano que toma a la casada infiel a la orilla de un río, la monta como a una potra: Aquella noche corrí / el mejor de los caminos, / montado en potra de nácar / sin bridas y sin estribos. A pesar de que en “La casada infiel” hay consentimiento de ambas partes, algo se rompe, una fibra del cuerpo femenino se quiebra, se mancha con las relaciones sexuales: Sucia de besos y arena / yo me la llevé del río. Y no es la mácula de la infidelidad. Se ensucia de la pasión del gitano, de su amarla con furia, como si la odiara. Hay un olor rancio, un dejo de sangre en los poemas eróticos de Federico García Lorca.

Ofelia de Dante Gabriel Rossetti


El viento de “Preciosa y el aire” es, específicamente, un viento verde: ¡Preciosa, corre, Preciosa, / que te coge el viento verde! Es interesante notar que existe otro viento verde en el Romancero gitano: Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas. Pero mientras que “Preciosa y el aire” es, hasta cierto punto, jocoso, “Romance sonámbulo” es sobrio, solemne. Una mujer, reclinada en un barandal de hierro, de barrotes forjados retorcidos en espiral, descascarada la pintura verde por los rayos del sol y oxidada por la sal de la brisa marina, espera a su amante noche y día, fuera, en el balcón, mirando hacia el mar. La mujer es una sonámbula de agua, se cubren de sal sus pestañas y su cabello negro de gitana hasta que comienzan a tornárseles verdes, de musgo y algas, de humedad y podredura, y sus ojos se vuelven de fría plata. La mujer muere en la baranda sobre el mar y el viento se carga del olor verde de la putrefacción: El largo viento dejaba / en la boca un raro gusto / de hiel, de menta y de albahaca. La mujer de verde carne, pelo verde cae finalmente una noche al mar y se mece con las olas, Un carámbano de luna / la sostiene sobre el agua, una góndola de mar y muerte, una tumba líquida y un viento verde. Verde que te quiero verde.

El viento lascivo de “Preciosa y el aire” no es el mismo viento verde que anuncia la muerte y la corrupción en “Romance sonámbulo”: uno es un viento de podredumbre, de carne en putrefacción; el otro es dionisiaco, báquico, lujurioso.



lunes, 10 de marzo de 2014

Piel y rabia: El cuerpo erotizado en el Romancero gitano de Federico García Lorca

Además del cuento, últimamente me ha llamado mucho la atención escribir ensayo literario. Disfruto mucho escribirlo porque siento que tiene una libertad que no tienen los demás géneros literarios: en él cabe la narrativa, la poesía y, sobre todo, la libertad de explorar un tema tan superficial o profundamente como se desee. Pero, sobre todo, me gusta porque me permite divagar y hablar de cientos de temas más. Todo cabe en un ensayo.

Esta semana quiero publicar un fragmento de un ensayo literario que escribí basádome en las imágenes de órganos sexuales que encontré en el Romancero gitano, obra de uno de mis poetas favoritos: Federico García Lorca.

Sólo publico la primera parte porque la extensión del ensayo original es muy larga, así que cada semana publicaré un fragmento. Esta semana hablaré del poema "Romance de la luna, luna"; la próxima hablaré sobre "Preciosa y el aire", y así sucesivamente.

Recomiendo que el lector haya leído el poemario antes de leer el ensayo para que pueda entender todas las referencias, pero aún si no lo ha leído, puede disfrutarlo :)

 Federico García Lorca


Piel y rabia: El cuerpo erotizado en el Romancero gitano de Federico García Lorca

Falos, culos, muslos, vulvas, todas las curvas y oquedades erógenas del cuerpo humano se dilatan y palpitan en las páginas del Romancero gitano. Las encuentro en poemas tan eróticos como “La casada infiel” y hasta en los más violentos como “Romance de la Guardia Civil Española”. Pero muchas veces el mismo órgano sexual puede encontrarse, a la vez, en dos contextos completamente distintos. Los pechos, por ejemplo, pueden ser Intocables en su belleza, de dureza que provoca una dureza cruel en los hombres; otras, son cortados y mutilados hasta que se convierten en una media luna de carne maltratada, brillante de sanguaza, mientras que a la mujer le quedan dos muñones en el pecho. Los primeros quieren ser desgarrados por los hombres que los contemplan; los segundos producen una deliciosa sensación de posesión erótica. Lo cual me hace preguntarme, ¿las imágenes que Federico García Lorca construye sobre el cuerpo erotizado son eróticas o son violentas? ¿Podrán ser eróticas aunque se den en un contexto de mutilación y muerte, y serán violentas aunque se den en uno de regocijo y placer? Repasaré algunos romances del poeta granadino para tratar de responder a estas preguntas.

El “Romance de la luna, luna” es un poema en el que la Luna, personificada como una hermosa mujer de miembros alargados, gráciles y blancos, baja bailando del cielo para seducir a un niño y llevárselo consigo. Desnuda y enjoyada, ella misma es una joya: Huye luna, luna, luna, / si vinieran los gitanos, / harían con tu corazón / collares y anillos blancos. Cuando ambos –mujer y niño, bailarina y gitano, amante y amante– huyen tomados de la mano, lo único que los gitanos encuentran en la fragua es al niño con los ojos cerrados, que parece dormido de tan apacible que es su sueño de muerte.

Ilustración de Aubrey Beardsley para Salomé de Oscar Wilde


La constante aparición de la luna en los poemas del Romancero gitano ha llevado a la crítica a la interpretación generalizada de que el astro lunar se encuentra indiscutiblemente relacionado con la muerte y sus presagios funestos en la poesía de Lorca. Sin embargo, me gustaría problematizar esta interpretación agregando un tercer elemento: Salomé. Salomé y el amor por los decapitados, Salomé y el cuerpo que danza, Salomé la Blanca, la del cuerpo blanco que vibra, y vibran sus joyas, y vibran sus pechos en su danza, Salomé la Condenada, Salomé la bailarina que trae la muerte en los pies, colgando de las joyas que le rodean los tobillos, las caderas, el cuello, que la trae colgando de los aretes, Salomé la que llama a la muerte, Salomé la que hiere con la blancura de su piel la noche.

Salomé, que en un principio fue el personaje bíblico que sedujo con su danza al rey Herodes para cumplir el capricho de su madre –el tener en una bandeja de plata la cabeza de San Juan Bautista–, con el paso del tiempo y la literatura dejó de ser el instrumento de Herodías para ser la asesina que baila, la enamorada, la que besa la flor de sangre que es la boca de Jokanaán, la que muerde los labios y la lengua de la cabeza decapitada, que son serpientes escarlata, higos maduros, carne suave y firme y muerta:

¡Ah! ¡He besado tu boca, Jokanaán, he besado tu boca! Tus labios tenían un sabor amargo. ¿Sería el sabor de la sangre...? Pero quizá era el sabor del amor. Se dice que el amor tiene un sabor acre.

Es Óscar Wilde el primer escritor que asocia a la bella y seductora bailarina de la Biblia con la luna y su palidez mortal:

El joven sirio: ¡Qué bella se ve la princesa Salomé esta noche!

El paje de Herodías: ¡Mira la luna! ¡Qué extraña aparece!, asemeja una mujer que saliese de una tumba. Es como una mujer muerta. Parece que anduviese en busca de cosas muertas.

La lunar Salomé de Wilde y la luna danzante de Lorca son la misma: una mujer que baila desnuda y seduce: En el aire conmovido / mueve la luna sus brazos / y enseña, lúbrica y pura, / sus senos de duro estaño. Ambas son blancas, lúbricas y puras, pero, también, ambas buscan muertos: la luna de Lorca busca a un niño como una hermosa parca blanca y Salomé pide, a todo hombre que caiga seducido por el peso de sus pechos mientras baila, la cabeza del Bautista en bandeja de plata.

La falda de pavo real de Aubrey Beardsley para Salomé de Oscar Wilde