martes, 16 de diciembre de 2014

La acústica mágica de Chichén Itzá

La belleza visual de Chichén Itzá es indudable: la gigantesca e imponente pirámide Kukulcán, así como los relieves y los grabados perfectamente conservados en las paredes de los juegos de pelota y de algunas ruinas, son impresionantes. Sin embargo, lo que me llamó la atención cuando visité esta zona arqueológica, más que la obviedad del esplendor de sus edificaciones, fueron sus sonidos, tan distintos a los de cualquier otra ruina que haya visitado.


Los relieves en las paredes de las pirámides y las ruinas


La magia del sonido en esta zona arqueológica comienza desde las sílabas de su nombre: Chichén Itzá, que proviene del maya chi, que significa "boca"; che'en, "pozo", junto con itz, "mago o brujo" y , "agua". Su traducción aproximada sería "la boca del pozo de los brujos del agua". ¡Pero qué hermoso nombre! <3


Mascarón en una de las esquinas de La Casa de las Monjas. Para mí parece un brujo.


La pirámide de Kukulcán, también conocida como "El Castillo", pirámide en la que recae la fama de esta zona arqueológica, no por nada es una de las siete maravillas del mundo: gigantesca e imponente, de 24 metros de alto y 55.5 metros de ancho, es lo primero que encontramos cuando entramos a la zona arqueológica. Esta pirámide sorprende no sólo por su belleza visual, sino también por la precisión matemática, óptica y acústica con la que la construyeron los mayas. Cada uno de sus cuatro lados cuenta con una escalinata con 91 escalones, más un escalón que lleva al templo rectangular de la cúpula, lo que da un total de 365 escalones: el mismo número de días que tiene un año.


La típica foto de El Castillo... pero esta vez tomada por mí :D


Otro fenómeno de la pirámide de Kukulcán se da durante el equinoccio. En la base de la escalinata que da hacia el norte se asientan dos colosales cabezas de serpientes emplumadas, dedicadas al dios Kukulcán, representación maya de Quetzalcóatl. Durante el equinoccio, la luz y las sombras dejan ver el cuerpo del dios serpiente, que con el paso de las horas parece moverse y descender, mientras que su cabeza de piedra se conserva inmóvil en la base de la escalinata.


Detalle de una serpiente emplumada en la base del juego de pelota


Finalmente, por si esto fuera poco, la acústica se vuelve mágica en esta pirámide, pues si aplaudes frente a El Castillo, podrás escuchar con una nitidez asombrosa el sonido de un quetzal, el pájaro sagrado de los mayas.


Pájaros que devoran corazones humanos
en la Plataforma de las Águilas y los Jaguares


Visitar Chichén Itzá fue una experiencia única para mí porque, gracias a los sonidos que escuchaba durante todo el recorrido, me sentí inmersa en una atmósfera mágica, detenida en el tiempo. Como si las rebabas de un mundo perdido todavía se filtraran hacia el nuestro a través de sus sonidos, como si se hubieran quedado atrapados los vestigios acústicos de los mayas, aunque las fuentes que los producen ya sean invisibles para nuestros ojos: susurros de voces prehispánicas, fantasmas de quetzales, instrumentos musicales ocultos, unos labios jaguar que pronuncian un rugido como una oración felina, cascabeles de serpientes que no están ahí.


Serpientes que parecen agitar sus cascabeles desde los muros de las pirámides


Caminas escuchando la acústica mágica en el juego de pelota, donde el eco de las palabras se repite siete veces, o donde las palabras susurradas de un lado de la cancha se escuchan con total perfección del otro lado de la cancha; caminas entre las pirámides escuchando rugidos de jaguar que no sabes si son reales o imaginarios, pero que en realidad son producidos por hermosos instrumentos musicales de cerámica, decorados con resina de ceiba y pintados a mano; escuchas instrumentos musicales de madera y de viento, marimbas y flautas que imitan los silbidos de los pájaros.


Uno de los aros del juego de pelota


Así que para la próxima vez que visiten Chichén Itzá, les aconsejo: Déjense atrapar por el asombro que produce la belleza de sus pirámides y monumentos, pero no dejen de escuchar los fantasmas de ese pasado que viene a hablarnos entre las ruinas.

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